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83 años después

BOMBEJA AGUSTINET! — Felip Bens



Foto © levanteud.com


12/06/2020


Hace la friolera de 83 años que el Llevant no asalta Mestalla en partido oficial. Fue el 12 de junio de 1937, en la liguilla de la Copa de la España Libre que permitiría a ambos, unas semanas más tarde, disputar la final en Sarrià (que como es bien sabido acabó con victoria levantina y con el primer título estatal alcanzado por un club valenciano). El partido fue memorable, a tenor de las crónicas, y el marcador también, pero no tanto como para pasar toda una vida sin repetirlo. 0-4. Sí, repito: 0-4. Aquel once era capaz de vencer a cualquiera. De humillar, incluso. Y estaba acostumbrado a pasearse por el césped de la avenida de Suecia como Pedro por su casa. Formaron: Valero; Olivares, Calpe; J. Rubio, Calero, Tarí; Puig II, Gaspar Rubio, Martínez Català, Nieto y Botella. Ese quinteto ofensivo marcó época. ¿Qué valor de mercado tendría hoy una delantera así? El once fue el mismo de la final de Copa, con la excepción de Fraisón por Tarí. Y eso que Agustí Dolz, en el frente de Teruel, apenas pudo alinearse. Estamos ante uno de los mejores Llevant de la historia, si no el mejor. Con una trayectoria ascendente desde 1933, estuvo a punto de ascender a Primera en 1940 y 1941, con un mérito enorme, ya que la categoría de élite sólo contaba con doce equipos, en aquellos años.


Algunos ilustres merengots afirman que el Llevant juega con ventaja, sin público. Hoy en Mestalla. Y también en cualquier otro escenario. Dicen, no sin razón, que los granotes pasaron décadas disputando sus encuentros ante 500 personas y que eso se incrustó en su ADN para siempre. Yo también lo creo. Eso y que, tras trece partidos (y apenas cuatro empates), ha llegado el momento de conquistar Mestalla, un escenario que se resiste. En algún momento, aunque sea por mera probabilidad estadística, sucederá, me han dicho esta semana, también desde la otra orilla. Encajaría muy bien en nuestra idiosincrasia que fuese ahora, en estas circunstancias tan extrañas. Imaginan que el Llevant vuelve a vencer en Mestalla al fin, tras 83 años, y sin que nadie lo pueda celebrar en directo…


Los tres puntos suman igual, en cualquier caso. Y son vitales. Con la reforma del Ciutat de València en marcha la salvación granota se antoja más fundamental que nunca para el futuro. Evitar la histeria del curso pasado, además, y partidos infartantes como el de Girona, sería un detallazo para las potenciales cardiopatías de la siempre maltrecha hinchada blaugrana. Aprovechando nuestra ventaja genética de jugar con gradas vacías y encadenando una racha como la del primer año de Paco López, aún podríamos hablar incluso de otras cosas. Pero lo que va davant, va davant: 42 puntos en el saco i ja parlarem.


El fútbol estricto será una incógnita absoluta. La única certeza, bromas aparte, es que Mestalla vacío es más vulnerable. Todos los estadios lo son, pero el del Valencia un poco más. Que esté vacío también alimenta la esperanza de una neutralidad arbitral poco habitual. Los derbies guardan nefastos recuerdos arbitrales entre el levantinismo, aunque la palma se la lleva aquel 1-2 anulado a Coke, después de que Paulista empujara a Gayà en el área. Tamaña desfachatez fue gentileza de Medié Jiménez, con un deshonroso historial de perjuicios hacia la entidad de Orriols. A los malos árbitros la presión arbitral les perjudica. Tal vez sin gente Alberola Rojas nos revele algún virtud que no le conocíamos. Lo cierto es que el Llevant nunca ha conseguido ganar con él en el gazón. Ojalá no haya polémica arbitral, sobre todo porque el agraviado casi siempre es el mismo.


¿En qué forma llegarán los equipos y sus futbolistas más decisivos tras el parón? ¿En qué estado anímico y mental? ¿Con que éxito habrán trabajado el aspecto motivacional los cuerpos técnicos, después de semanas de muerte y miedp? Es difícil aventurar algo. Y eso dota de más interés al retorno del fútbol, al menos para los espectadores neutrales. Mañana a las 22 horas tendremos las respuestas, en uno de los derbis más atípicos de la historia.


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Tras 356 entregas, la pandemia se llevó el Bombeja Agustinet! de las páginas de Levante-EMV, como el resto de columnas remuneradas (y como tantas otras cosas). Han transcurrido seis años sin fallar ni una sola semana, con el orgullo inalterado de tomar el relevo del maestro Salva Regües. Desde febrero de 2014 he escrito desde un hospital o en el bar de un hotel, durante los entrantes de una boda. Lo primero siempre fue el compromiso con los lectores y con el periódico. Sin embargo, con la tensión por la penúltima crisis de los medios y el ERTE en la empresa, nadie se acordó de decir: "Gracias. Espero que te vaya bien". Algo así.


El altavoz llegó a ser muy potente. Durante estos años una cantidad ingente de desconocidos me han parado por la calle, en el mercado, en el ambulatorio, para decirme que les gustaba leer la columna. Siempre escuché decir que si todos los que no van al Ciutat decidieran hacerlo un día juntos se llenaría diez veces, pero no imaginaba que hubiese tantísimos levantinos. Lo cierto es que nada de lo que he escrito ha tenido la repercusión del Bombeja Agustinet! Ni siquiera el libro La cocina del Cabanyal, con seis ediciones y miles de ejemplares vendidos. Es por ello que yo sí que quiero agradecer a Levante-EMV la oportunidad que me dio. Jamás recibí ni una presión ni un atisbo de censura, pese a haberme posicionado en temas muy polémicos y haber sido siempre una voz crítica. En todas las circunstancias, incluso con amenazas y presiones, me sentí respaldado al 100% por jefes y compañeros. Jamás lo olvidaré. Es la premisa esencial para poder hacer buen periodismo: una cobertura incondicional. Eso que se presupone como normal pero que cada vez es menos corriente.

Ahora se publican mis crónicas (Peleando a la contra) en Plaza Deportiva, donde disfruto de la misma y absoluta libertad. Y de momento Bombeja Agustinet! aquí, en mi web.







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