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Un 'catxirulo' indecente

BOMBEJA AGUSTINET! — Columna 633 — Felip Bens






Distintos uniformes del Llevant UD desde la fusión, representados por Ramon Balaguer (el catxirulo, 1939-1941), Agustí Dolz, Ernesto Domínguez, Félix Ettien y Sergio Ballesteros  © Daniel Reverter / Historia del Llevant UD

El Llevant UD elige para la temporada del 115 aniversario la equipación de la fusión forzada por el régimen franquista en el 39 y ni siquiera acierta los colores originales


En la casa racionalista de Rafael Valls, en el Cabanyal, se firmó la fusión entre el Llevant FC y el Gimnàstic FC. Las nuevas autoridades franquistas la cocinaron y crearon un relato que la prensa de la época difundió y que llegó en nuestros días: “El Llevant FC tiene jugadores pero no campo; el Gimnàstic, campo pero no jugadores. La mejor decisión es una fusión”. Y la propaganda lo convirtió en verdad. El relato hizo fortuna, pero hoy conocemos que los dos clubes tenían futbolistas: los del Llevant FC eran extraordinarios y venían de firmar el mejor lustro de la historia del club (33-37); los del Gimnàstic, no tan buenos, eran los propios de un club que luchaba contra su decadencia. Los dos tenían campo, pero el régimen quería hacerse con ellos, y en parte lo consiguió. El Llevant FC tenía una fervorosa hinchada arraigada en un espacio propio, la Valencia marítima. El Gimnàstic apenas había resistido la competencia del Valencia CF para conquistar el mercado urbano desde mitad de los años 20. Había más: el Llevant FC y su gente estaban muy significados con la República y la izquierda; el Gimnástico era, de siempre, un club conservador y de derechas.


Desde el punto de vista del régimen, la fusión mataba varios pájaros de un tiro: premiaba al Gimnàstic y a su entorno social y depuraba al Llevant FC, manteniendo una segunda entidad futbolística en el cap i casal. Además –poca broma– el franquismo se quedaba las instalaciones de los dos: el Camp de la Creu, pagado por los levantinos céntimo a céntimo, y Vallejo, alquilado por el Gimnàstic, serían empleados para las actividades deportivas del nuevo régimen. Los cocineros de la fusión entendían también que la operación les permitiría colgarse una medalla de cara a sus superiores.


Aun así, había que conseguir cierto consenso. ¿Cómo convencer a dos sociedades antagónicas de las bondades de la iniciativa? Con la promesa de que el equipo resultante se incorporaría a la competición en Primera, por decreto. Ese fue el anzuelo. Otra mentira premeditada que nunca se cumpliría.



Camiseta que ha lanzado el club © Llevant UD

¿El nombre? Unión Deportiva Levante-Gimnástico. Larguísimo. ¿Los colores? Los que rápidamente se popularizaron cómo el catxirulo: rojo del Gimnástico, azul de ambos, blanco del Llevant FC (que en los últimos años 30 normalizó el uso del blanquiazul, en detrimento del blanquinegro). ¿El escudo? Un pastiche que incorporaba el yugo y las flechas falangistas y una cruz de Santiago, vinculada al nacionalcatolicismo. Esta simbología impuesta se cargaba la tradición anterior y despreciaba la identidad de ambos clubes, convirtiéndolo en una filial simbólica de la Falange y el régimen. ¿El campo? Sería Vallejo, siempre que los falangistas no tuvieron actividades más importantes que un partido de Segunda de la Udelage (UDLG). ¿El de la Creu? Ay, la Creu. ¿Las gradas de Vallejo? 80% pobladas por cabanyaleros y graueros, 20% valentinos de los viejos dominios blaugrana.



Escudo impuesto por el régimen tras la fusión de 1939 © Archivo Felip Bens

En un par de años aquella infamia desapareció por la presión del propio levantinismo: hubo un nuevo pacto, más razonable: Llevant UD y de blaugrana. Hasta hoy.


Es una historia triste, pero nuestra. Una historia de imposición y de derrota. La imposición del régimen, mirando por su interés, y castigando a la Valencia marítima y a su club representativo. De derrota para los dos: al Llevant FC le truncaron por decreto la trayectoria previa en la guerra y quisieron desarraigarlo de su dominio natural. Al Gimnàstic se le empujó a un viaje incierto y en minoría, en el cual se dejó el nombre por el camino, con una sensación clara de absorción, más que de fusión.



Recreación fidedigna que Macron y el club hicieron del primer uniforme del Llevant FC © Llevant UD

Ahora, el Llevant UD, 85 años después de aquellos hechos, ha decidido que durante la campaña de su 115 aniversario vestirá la equipación que revive aquel breve episodio histórico de dos temporadas… pero los uniformes que se presentan ahora se decidieron hace aproximadamente un año. ¿Se trata de una herencia envenenada de Quico Catalán? ¿O solo era otra decisión arbitraria, como otras durante estos años, en materia identitaria? Macron también es, por supuesto, corresponsable de este disparate.


El catxirulo, a pesar de todo lo que hemos explicado, es parte de nuestra historia, dirán algunos. Por supuesto. ¿Se puede sacar esta camiseta? Sí, se puede hacer, pero en un contexto en el cual la entidad de Orriols muestra un respeto reverencial por la equipación blanquinegra original del club, año tras año. ¿Se puede promocionar la camisa del catxirulo durante la temporada en que celebramos el 115 aniversario? Rotundamente no. Es una metedura de pata colosal y se le tendría que buscar una solución.


Colores equivocados. 

La equipación presentada, además, ni siquiera es la histórica: se ha desterrado el azul y se ha sustituido por el negro, y se incorporan pantalones blancos. Parece una broma de mal gusto, un capricho irrespetuoso hacia nuestra historia. De esto también es corresponsable Macron. Alguien en Bolonia vio unas fotos en blanco y negro con el cuello y el pantalón oscuro y decidió que eran negros. Nadie en Orriols les dijo que eran azules. Esta falta de rigor es impropia de una marca de referencia en Europa. Y de un club profesional que se respeta a sí mismo.


Felip Bens (El Cabanyal 1969 — @FelipBens) és escriptor i periodiste. Té publicades les novel·les Toronto i El cas Forlati i altres llibres com 110 històries del Llevant UD, Dones e altri, València al mar, Historia del Llevant UD (4 volums, junt a José Luis García Nieves) o La cuina del Cabanyal (amb Marisa Villalba).

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